08. PRIMITIVO

Primitivo Molina Cáceres es mi compañero de trabajo; nació en Varadero, Cuba (eso dice él) en el año 1976. Su familia logró desembarcar en Miami en 1982, cuando Primi contaba apenas con seis años de edad. Tres años más tarde llegaron a vivir al Bronx, ya que el padre de Primi (curiuosamente, de nombre Trinidad) tenía familiares trabajando ahí. Primi logró ir a la escuela y terminó high school; su logro más grande fue obtener la ciudadanía estadounidense (que no americana ni norteamericana) al casarse con Linda, una mujer 10 años mayor que él.
 
Primi se dice republicano, aunque me parece una persona apolítica. Tiene tres hijos y me da la impresión que es un buen padre de familia, sus hijos lo buscan mucho. Hay algo que envidio de él: tiene sueños. Quiere que Tommy, el menor de sus hijos, sea beisbolista famoso; se quiere comprar un deportivo último modelo y su mayor deseo es conocer en persona a Ophra. Primi ve televisión por las noches, asegura ser fanático de varias cosas, entre ellas, los talk shows, el beisbol y los infomerciales.

Si algún actor me recuerda a Primi es Cuba Goodin Jr. Curioso que el primer nombre de este actor coincida con el país de origen de mi compañero. Tienen una sonrisa muy parecida. Claro, Primi es más regordete y cachetón, además que peina algunas canas.

Primitivo y yo no somos amigos y nunca lo seremos. Llevamos más de 15 años de vernos todos los días de lunes a viernes y tres fines de semana al año, pero si nos encontráramos en la calle, ambos nos evitaríamos. Para él, yo soy El Gallo Claudio, Tribilín, El Profesor Jirafales y algunas cosas más. Él cree que los sobrenombres que me pone me molestan, pero en realidad no es así, me causan gracia, ya que tienen ingenio. Pero decía que nunca seremos amigos. Básicamente, porque no tenemos absolutamente nada en común. No me desagrada, no me estorba, y no pareciera que yo le desagrade o le estorbe. El es más abierto que yo, menos tímido.

Una ocasión, en una celebración de la compañía, nos tocó compartir mesa durante toda la noche. Intercambiamos varias veces las miradas y hubo un par de sonrisas, pero ni una palabra. Nada qué decir, nada qué preguntar. Ni siquiera después de tantos años.

Es triste, ¿no?

1 comentario:

Mercedes Ridocci dijo...

Me gusta la forma en que hablas de sentimientos tan...duros, pero con gracia, como quitando hierro o como riéndose de si mismo, es como el payaso que te hace reír y sin embargo es terrible lo que te está contando.
Me parece todo un arte

(me he quedado con ganas de saber que venganza contra harol ha planeado en el capítulo anterior)