20. LOVE!!!

Esta tarde, al regresar de trabajar, con la ilusión de irme al bar del alemán, me topé con mi vecina Helen, hecha un mar de lágrimas a las puertas del edificio donde tenemos a bien cohabitar. Es curioso cómo entre más viejita es la gente, más capacidad tiene para transmitir su melancolía o su dolor. Antes de que yo doblara la esquina para caminar por mi calle, ya presentía algo. En fin.

Helen me esperaba. Sí, a mí. Decía que no podía acudir a nadie más. Ni los millones de Primitivo, ni la ausencia de sostén de Peggy ni mis más profundos pensamientos pudieron evitarlo. Yo era el elegido para buscar a Love, el mayor de sus gatos -que por cierto, es tuerto- y que llevaba más de tres horas desaparecido.

La pobre Helen ya lo había buscado por todo el edificio, ya había tocado todas las puertas. Con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada, me explicaba que Love nunca salía de casa. Estaba castrado y, como dije antes, le fallaba la vista, además de llevar más de veinte años a cuestas. Sí, lo conozco, es un gato remolón y tiene su grado de simpatía. Te ve pero como que no te ve y siempre está ahí, en la misma ventana, mirando a los mismos transeúntes hacer lo mismo que hacen cada día de su vida, y ésa era la vida de Love.

Entiendo la angustia de mi vecina. Había que buscarlo y bueno, una noche de no ir al alemán no lastima a nadie. Así que me di a la tarea. Subí a mi departamento, me puse unos zapatos más cómodos, me quité la corbata y me coloqué un jersey más ligero. Y al rescate de Love. He de hacer mención que el gato se llama Love por decisión de uno de los nietos de Helen, no por ella.

Sugerí a mi vecina que se quedara en la puerta del edificio a la espera, que estuviera muy atenta, pues Love podía aparecer en cuanquier momento. Yo caminaría por los alrededores intentando dar con él.

Supongo que quien me vio se partiría en dos de risa. Un tremendo gigantón, vestido de manera estrafalaria, gritando Looooveee!! a los árboles, a los contenedores de basura, a las ventanas. No sé, yal vez hasta fotos me hicieron. Love por aquí, Love por allá, y debo aclarar que mi voz no es particularmente suave, especialmente cuando grito.

Un par de horas después de gritar Love por todo el vecindario, y seguramente con varios vídeos en YouTube haciendo que fuera más famoso de lo que ya soy, decidí regresar. derrotado, sin el gato y sin tener la menor idea de su paradero. Al llegar a la puerta, me extrañó no ver a Helen. Muy claro le dije que no se moviera de ahí. Entré en el edificio y fui directamente a su departamento. La puerta estaba entreabierta, así que desde el exterior pude ver a Love, íntegro, sin una mancha, bebiendo leche del más preciado de los platos de la más fina vajilla de mi vecina. Apareció con una sonrisa enorme para explicarme que Love nunca había salido, que simplemente estaba adormilado bajo un sillón. Bueno, encogí los hombros en señal de simpatía, me despedí y me fui directo a casa. Si tenía planes de visitar al alemán, no podía hacerlo en el estado en el que me encontraba. Sin embargo, al verme al espejo, sudoroso, con unas bambas más viejas que Helen, el jersey lleno de tierra y hojas secas de trepar tanto árbol... lo que correspondía era una ducha.

Eso pasa cuando se tienen vecinas con gatos.

1 comentario:

Mercedes Ridocci dijo...

Me alegra que haya vuelto Pedro.

Ahí está con esa bondad tan suya, renunciando a sus deseos por ayudar a Helen, y después mira...
A ver si un día no sorprende cumpliendo alguno de sus deseos, porque digo yo que alguna vez tiene que pasar.

¡Este Pedro!