10. PEDRO JORGE

Soy hijo único, al menos eso me han dicho. Mi madre estaba enamorada de Pedro Infante y mi padre emulaba a Jorge Negrete. De ahí mi nombre, Pedro Jorge. Pedro primero y Jorge después porque la opinión de mi madre siempre estuvo antes que la de mi padre.

Lo Hernández González lo cargo desde que nací y es símbolo diáfano de lo que soy, simplemente, un Hernández González. Un día, por curiosidad, me acerqué a las páginas blancas de la ciudad de México. Hay más Hernández González que habitantes en el 70% de las ciudades mexicanas. La peor confusión que cometen con mis apellidos es ponerlos alrevés, González Hernández. Una maestra del Politécnico me decía que da lo mismo ser GH que HG, que químicamente no había diferencia.

Yo propondría algo: todos aquellos seres que carguemos ese lastre, de apellidarnos Hernández González o González Hernández nos unamos y formemos una nación. Tal vez podamos incluir a los García. Formaríamos la Nación de Los Gonzales García, García González, Hernández García, García Hernández, Hernández González y González Hernández. Seríamos una nación de varios millones de habitantes y tendríamos miles de celebridades para nombrar nuestras calles, aeropuertos y parques.

Si quisiéramos ser más, bastaría con invitar a los Martínez que lleven por segundo o primer apellido un Hernández, González o García. Tremendo continente que formaríamos. Los mismísimos gringos nos buscarían para hacer tratados de comercio, simplemente por el universo de consumo que se generaría. Seríamos únicos. Podríamos tener nuestra propia lengua, el Martihernagonzagarcíañol, por ejemplo; habría escuelas especializadas en enseñarlo y nuestros canales de radio y TV harían sus programas en esa lengua.

Desde luego, tendríamos nuestras propias leyes. Yo propondría, por ejemplo, que en el país de los Martínez García Hernández González hubiese libre tránsito de personas y de ideas, claro, a los gringos habría que exigirles un visado especial, que tardaríamos más de tres meses en tramitar y nos daríamos el lujo de negarles el visado a la mitad de los solicitantes, sólo por el puritito placer de hacerlo.

El primero en la lista negra de nuestra nación sería harold, pero eso es harina de otro costal.

1 comentario:

Mercedes Ridocci dijo...

¡Que bueno Raúl!
Se lo merecían estos gringos