18. EL BUENO QUE DA PASO AL MALO

Este domingo me tocó estar con mi vecina cuando regresé de Misa. Es una mujer viuda de 70 y muchos años, se llama Helen. Su marido combatió en la Segunda Guerra Mundial y su hijo en la Guerra de Vietnam. "Soy una desgracia de la guerra", me dice. "Tienes suerte de venir de un país que no está en guerra". Si supiera.

Helen es extraña, le da por coleccionar las cosas más insólitas. Si uno la ve de lejos, se llevaría la impresión de una anciana descuidada, pero al mirarla de cerca, se descubre su gran belleza y su encanto, que tiene mucho. No es que me gusten las ancianas, ni lo mande Dios, no, pero helen es especial.

Tiene un pequeño armario en su habitación donde guarda, perfectamente limpios y ordenados, todos los cepillos dentales que ha usado en su vida adulta, que es difícil de imaginar. Cada cepillo lleva una etiqueta adherida con el mes y el año en el que fue usado. Imposible determinar cuántos hay. Curiosa manera de atesorar sus recuerdos, en cepillos de dientes. me cuestiona, ¿y los míos? ¿Dónde guardo yo mis recuerdos, mis memorias? Ya sé, no tengo nada qué guardar. Trato de resolver este dilema adoptando el Carpe diem, pero no me engaño, aunque lo intente.

También colecciona etiquetas, de frascos y botellas de vidrio. Tiene de mayonesas, mostazas, ketchups, galletas, vino, licores, algodón, salsas, aceites, en fin, de todo, desde los años 30 a la fecha. Pone los envases de vidrio a descansar en agua muy caliente hasta que la etiqueta se rinde y se desprende. Después la plancha, la seca y cuidadosamente la coloca entre las páginas de las muchas enciclopedias que tiene. Las etiquetas se visten de etiqueta y quedan listas para entrar en tan particular museo.

Cuando la visito, me pide que me siente, me sirve un té y me pone varios tomos de sus enciclopedias sobre las rodillas para que admire su colección. Es tan meticulosa, tan ordenada, tan prolija, que termino por admirarla. Así, aprendí que hace muchos años, los fabricantes colocaban dibujos de figuras humanas en las etiquetas de sus productos, me hacen mucha gracia las amas de casa felices sosteniendo los envases de detergente, los señores que salen de casa llevando una galleta en la mano, tantos más. Ahora usan más diseños espectaculares y gamas de colores, pero no tantas figuras humanas, ni animales. ¿Por qué? ¿Es que somos más feos en estos días?

Esta noche iré al Restorán Chino de Canal Street. hay mucha gente y se come muy bien, aunque es un poco caro. Desde mi punto de vista, es el mejor de la ciudad. Tienen razón quienes me han aconsejado que cambie de lugares y de hábitos. Tal vez invite a Helen. Lo malo de los domingos es que se terminan y dan paso al peor día de la semana.

2 comentarios:

LaCuarent dijo...

¿Cepillos de dientes?, no es el mejor sitio para guardar recuerdos, más bien bacterias ¿no?
Yo los tengo en botes de cristal que destapo de cuando en cuando y aspiro su aroma
Sigo que me queda mucho que leer.

Mercedes Ridocci dijo...

Después de todo no fue mal domingo, pasarlo con una señora tan curiosa tiene su aquel.
Espero que en el próximo capitulo nos descubras el secreto que encierra el cajón de Primitivo

¡que juego de intriga!